2021: LAS CLAVES PARA LA ESPERANZA.


Por: Héctor Mondragón



Les comparto una amarga experiencia. Mi licuadora ya no servía, molí unos plátanos con la intención de prepararme un licuado; sin embargo, resultó una sustancia gris, viscosa, con sabor a óxido. Hubiera preferido beber las aguas de un río turbio. Las opiniones de política suelen tener el mismo sabor.

La pasión a veces ciega, pero es necesaria. Al tomar partido, muchos se vendan los ojos y se pierden en discusiones maniqueas. Hablar en contra de la polarización ha resultado en la ironía de pintar sólo en blanco y negro: arrojar la tinta como vómito.

Los Medici tomaron un oxímoron como lema. Festina lente: apresurarse lentamente. Para muchos, la política es aburrida; no obstante, requiere de cálculos precisos y apasionantes. Recién vi The Queen Gambit, la exitosa serie de Netflix. Me recordó una apertura de ajedrez: el Giuoco Piano, o el «juego tranquilo», que, como dice Vincent Moret, no tiene mucho de tranquilo. Digresiones ajedrecísticas aparte, la pasión nos debe llevar a tomárnoslo con calma.

Del otro lado, cada vez que intento pensar la política, me encuentro con el academicismo extremo: más vómito; vómito de autores, vómito de datos. En las antípodas de la palabra poco reflexiva, un texto árido que desde el primer párrafo sólo se lee a sí mismo. Nos aleja, nos ahuyenta, nos corre.

Vivimos entre la polarización y la despolitización: ambas convergen peligrosamente. ¿Qué hacer? Dialogar. Este espacio se presta para escuchar, para incentivar la tolerancia. Por estas letras buscaremos transitar hacia una ciudadanía informada y crítica que sea capaz de ver los matices, que tenga a la mano una paleta de colores que le permita disfrutar de la vida pública y participar en ella. La política es un quehacer colectivo. Es también un juego de poder. Conciliar ambas realidades es un desafío que nos proponemos tomar como estandarte.

Escribir es dialogar, proponer ideas, abrir el debate, tener la disposición a contrastar libremente nuestras posturas. La era nos llama a hacerlo con rigor. Aunque la información fluye como nunca, nos es ajeno aquello que nos atañe. Se pierde, como diría Arendt, el sentido común, esa capacidad para entender la multiplicidad de nuestro mundo, se escapa la oportunidad de construir colectivamente conocimiento, comunidad.

El 2021 ofrece un cúmulo de eventos interesantes. La amenaza de la pandemia continúa: ha devenido un problema de índole política. La libertad ya no puede entenderse como siempre, en esta nueva era, se debe tomar en cuenta, más que nunca, a la comunidad. Este año se definirá cómo se resolverán los problemas sanitarios; asimismo, se viene el encrudecimiento de la crisis económica. Será un momento para saber si la política sigue siendo de los ricos o si, de alguna manera, toma en cuenta a la gente común.

En el ámbito internacional, nos cuestionaremos el papel de las organizaciones supranacionales. Las acciones que ha emprendido el FMI en la crisis económica que atormenta los hogares, la autoridad de la Unión Europea ante las fronteras... La seguridad internacional se ha puesto en peligro por un virus, por la naturaleza desbordada. Sin temor a exagerar, lo que vivimos hoy acarreará medidas semejantes a las que se impusieron a causa de la caída de las Torres Gemelas, hace una década.

En el ámbito nacional, tendremos elecciones intermedias. Será una oportunidad para evaluar los resultados del gobierno en turno. Se decidirá si habrá una mayoría en el congreso, o si, por el contrario, habrá un gobierno dividido. Del resultado dependerá la manera en que se enfrenten los efectos de la pandemia, un jugador que no estaba contemplado al inicio del sexenio.

El tumultuoso año que nos espera es la ocasión para construir ciudadanía desde el diálogo y el debate razonado y meditado. La despolitización o la polarización que, al final de cuentas redundan en la misma falta de reflexión, van en detrimento de nuestra democracia, le quitan sabor a la vida pública.

Se nos ha prohibido hablar de política para evitar confrontaciones, pero es justamente en las confrontaciones donde se encuentran las claves para la esperanza.



Ilustración: JUAN CARLOS CEJA