Las revueltas en Irán: fracturas en el muro

Joaquín Castro

Las recientes manifestaciones públicas en este país del medio oriente han sacudido no solo a una de las entidades políticas más grandes de la región, sino que, han modificado el posicionamiento de uno de los jugadores políticos más importantes del medio oriente.

La revolución iraní de 1979 terminó con uno de los imperios más antiguos del mundo: Persia. En su lugar se instauró un producto ultramoderno, pero con sabor a lo antiguo, tenía características que hacen inconfundible su lugar de verdadera pertenencia: la modernidad y nuestro actual mundo industrial. Estos rasgos son evidentes para cualquiera que observe las imágenes de aquellos agitados días de fines de la década de 1970, un automóvil cargando al ayatolá Jomeini, una cantidad enorme de personas presente, una ciudad que solo puede existir en su magnitud y alcance en la era propulsada por combustibles fósiles que la mantienen con vida con alimentos desde el exterior, así como sucede con toda otra urbe de gran tamaño en nuestro planeta.

Los aspectos que saben a antiguo en el presente irán son su teocracia radical y fundamentalista, con una lectura y una interpretación demasiado conservadora de los preceptos de su religión, pocos ejemplos (sino es que ningún otro) existe en el mundo de un experimento político y social que reúna en sí una combinación tan extraña de extremadamente antiguo y extremadamente nuevo, una quimera propia de tiempos ya muy alejados del inicio de nuestra humanidad.

Por un lado, una república, por otro, una dictadura comandada por un ser humano que reclama tener línea directa con Alá. Una mezcla de opuestos que, no obstante, ha sobrevivido en nuestro planeta ya por más de cuarenta años. Pero, como todo lo que existe bajo nuestro sol, e incluso lo que existe en el firmamento, ha de desaparecer, es una regla para todo que simplemente por pertenecer al reino de lo existente un día ha de desaparecer.

En el caso de Irán las actuales protestas pueden bien no ser el fin, es más, puede que ni siquiera se traten del principio del fin. Ya en muchas ocasiones se ha pronosticado sin demasiado existo el fin de cosas que terminan por durar más de lo que los autores de las predicciones, los presagios y augurios habían determinado. Los heraldos del futuro a menudo erran, es por ello que aquí no se hará un vaticinio demasiado aventurado, solamente lo que es natural pensar al analizar cualquier sociedad, es más, cualquier ente, que por demasiado tiempo permanezca sometido a una represión y una censura que contienen su natural desarrollo, su empuje nato e intrínseco, su fluir determinado y firme: explotar.

La explosión que el régimen iraní pudiese experimentar puede bien no venir completamente de su interior, son demasiados los enemigos que la república teocrática se ha ganado en años de política exterior violenta, algo que no le es propio por ser un régimen dictatorial y represivo, sino por encontrarse donde lo hace, en un medio oriente plagado de Estados en conflicto y constante lucha.

El medio oriente ha sido tal vez la región más conflictiva del mundo en los últimos 30 años; desde que la guerra fría llegaba a su fin, el medio oriente comenzaba a calentarse. La Guerra del Golfo Pérsico fue el primero de estos desestabilizadores pasos. No solo fue el primer conflicto de gran escala en el medio oriente en nuestros tiempos, sino que tuvo la participación de la nación más preeminente del momento, los Estados Unidos.

La entrada de “América” al medio oriente inauguró una era de enorme destrucción para la zona que en el pasado más remoto albergó a algunas de las entidades políticas más tempranas de la historia humana. El medio oriente se incendió, y, en consecuencia, el terrorismo comenzó su larga marcha hacia la prominencia internacional como la gran amenaza de inicios del siglo veintiuno. Mientras el medio oriente ardía, Irán permaneció en gran medida intacto, pero lo que sucede cerca de una entidad no tarda en afectarle, las guerras que siguieron al fin de la primavera árabe presentaron a lo que en algún momento fue Persia con una enorme oportunidad, la de expandir su influencia, y con una gigantesca amenaza, al de quedar atada y atrapado por los conflictos de sus vecinos, todo indica que solo la última resulto ser cierta.

Irán se ve ahora en un problema, la enrome inestabilidad del medio oriente la empuja a enfrentarse con otras potencias regionales por influencia en la zona, pero eso solo puede traer calamidad al ya de por sí no muy estable régimen iraní. Desde dentro la teocracia se cuartea, la administración torpe de las consciencias en colectivo ha creado tensión entre lo que bien podría ser un conjunto poblacional correctamente administrado. El ideal de destruir la teocracia ha sido implantado entre los iranís y estos ahora están en posibilidad de, eventualmente, volver a ser persas.

No existe una certeza del momento en el que ello puede suceder, el sistema global es aún suficientemente estable en lo bélico, económico, político y social; pero no existe duda que las presiones conjuntas de tensiones regionales, ideologías en choque, imperativos económicos y los impactos devastadores del cambio climático traerán a su tiempo el colapso del mundo industrial, y con ello, todas sus creaciones.

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Ilustración tomada de Perséolis (novela gráfica)