Energía nuclear ¿Estamos jugando con fuego? Tal vez no


Algo Gael Luna Almaraz

En 2020, más del 10.4% de la energía del planeta proviene de la energía nuclear. Francia es el mayor consumidor, más del 70% de toda su energía es producida en plantas nucleares. Pero la energía nuclear también genera desechos como los combustibles fósiles, solo que son radioactivos. Hasta la fecha, por sí solo, Estados Unidos ha generado 80 mil toneladas de estos residuos, las suficientes para llenar hasta un campo de fútbol americano de 20 metros de profundidad. Residuos que seguirán siendo tóxicos durante miles de años.

Si es arriesgado e incluso mortal ¿por qué seguimos usándola?

Corre el año de 1938, mientras Hitler intenta convencer a su pueblo sobre la superioridad de su raza, la física judía Lise Meitner y sus colegas, Otto Hahn y Fritz Strassmann, hacen un descubrimiento científico que cambiará el mundo, se llama fisión nuclear, pero ¿qué es en realidad?

Un átomo es pequeño, muy pequeño, si cada átomo de nuestra mano fuera del tamaño de una canica, un puño sería del tamaño de la Tierra. Los átomos almacenan toda su energía en el núcleo, pero si disparamos neutrones a un átomo de uranio su núcleo se divide, liberando 200 veces la energía del neutrón que lo dividió, pero no se detiene ahí, el átomo de uranio dividido arroja 2 neutrones adicionales y estos chocan con más átomos de uranio, lo que provoca una reacción en cadena generando radiación y calor en el proceso.

El problema es que, si bien la fisión nuclear fue muy importante para el avance científico e inclusive fundamental para el desarrollo de la física de partículas y otras ramas, los científicos alemanes veían en ella la oportunidad de crear una nueva arma de destrucción masiva.

En respuesta, el padre de la relatividad, Albert Einstein, escribió una carta para el presidente Roosevelt de los Estados Unidos el 2 de agosto de 1939, informándole que un arma que usara esta nueva tecnología sería muy peligrosa. Ante esto, Estados Unidos crea el proyecto Manhattan e inicia una carrera para ver quién construía un arma nuclear primero.

Para el 16 de julio de 1945, la fisión nuclear (de la mano de Estados Unidos) trae a la luz la primera bomba nuclear, detonada en Los Álamos, Nuevo México. Desgraciadamente también la primera bomba nuclear con fines bélicos hace su devastador debut en agosto 6 de 1945 en Hiroshima y 3 días después en Nagasaki, ambas ciudades japonesas. Hacia finales de ese año habían muerto más de 240 mil personas.

Después de la guerra, los cerebros del proyecto Manhattan comienzan a trabajar en una derivación pacífica de la bomba; nace, entonces, la energía nuclear. Funciona por reactores nucleares, los cuales son (meramente como ejemplo) una tetera gigante, en ella se introducen barras de combustible a base de uranio las cuales son impactadas por neutrones desencadenando la fisión nuclear, pero a una escala controlable. La energía y el calor producidos durante el proceso evaporan el agua circundante al reactor: genera vapor, mismo que alimenta una serie de turbinas que generan electricidad.

A principios de los años 50, las posibilidades de esta nueva fuente de energía parecen casi ilimitadas. Promete generar constantemente grandes cantidades de energía limpia de una fuente relativamente abundante. Las granjas podrán utilizar fertilizantes irradiados para incrementar su producción. Y, además, se ven prometedores posibles avances médicos, como el sodio radiactivo, el cual ayudará a localizar tumores cerebrales.

Los Estados Unidos de América guardaron el secreto de la energía nuclear durante años, hasta 1954, cuando los soviéticos entran en el juego nuclear instalando la primera central nuclear del mundo. Después, más naciones entrarían también en él.

A pesar de todas las infinitas oportunidades que la energía nuclear podía ofrecer al servicio del ser humano, en 1957 el Reino Unido apareció en los titulares de todo el mundo, pues una de sus primeras centrales nucleares sufre de un incendio en su reactor, dejando 15 toneladas de combustible radiactivo derretidas en la zona.

Además, la Unión Soviética no solo estaba haciendo centrales, sino también un arsenal de bombas nucleares, y para sorpresa de nadie, Estados Unidos de igual manera. A finales de los años 50 más de 300 bombas atómicas habían sido detonadas en pruebas.

La constante amenaza de una guerra nuclear y de los altamente radiactivos contaminantes derivados en accidentes nucleares alteran a la población mundial. Los manifestantes en contra de la fisión nuclear quieren un mundo libre de armas nucleares, pero también de energía nuclear.

Ante las protestas y un público altamente preocupado, el zumbido de la energía nuclear se desvanece: los inversores dicen que es demasiado costosa y muy difícil de conseguir; se continúa optando por los combustibles fósiles.

Pero luego, en 1973, el dólar americano cae en recesión y el medio oriente sucumbe al caos, los combustibles fósiles aumentan sus precios y la contaminación se hace más evidente. La energía nuclear toma vuelo nuevamente, gracias a esto, entre 1970 y 1985, más de la mitad de los reactores de todo el mundo se empiezan a construir. El auge de la energía nuclear está en su punto más alto.

Sin embargo, la energía nuclear entra en una nueva controversia, pues los desechos radiactivos de las plantas nucleares eran arrojados en aguas internacionales. Era una manera sencilla de deshacerse de ellos, aunque tomaría miles de años para que se disipasen. Las protestas aumentan.

Y en 1979 la amenaza de los desechos radiactivos se hace evidente en Norteamérica, cuando la central de Three Mile Island se sobrecalienta y termina liberando todo el material radiactivo en el área circundante. Las protestas siguen aumentando.

Aunado a esto, el 26 de abril de 1986 la planta nuclear de Chernóbil también ocupa un lugar central en los periódicos de todo el mundo, cuando, en una prueba de seguridad del cuarto reactor, las barras de seguridad (destinadas a proteger el uranio) se atascan y se desarrolla una pesadilla. La central termina por liberar 8 toneladas de material radiactivo a la atmósfera, lo equivalente a 400 Little Boy: la bomba lanzada en Hiroshima. Las protestas llegan a un nivel crítico.

Todavía hay más: en marzo 11 de 2011, un terremoto seguido de un tsunami en Japón inunda la planta nuclear de Fukushima, lo que desactivó los generadores, apagó sus sistemas de enfriamiento y detonó, una vez más, un accidente nuclear.

La combinación de tantos accidentes, peligros y amenazas ¿marcan el final de la era nuclear? Ni de cerca. Para 2050, se estima que la población mundial crezca de entre 2 mil a 10 mil millones; las necesidades energéticas de la humanidad podrían estar fuera de alcance. Ni los combustibles fósiles de todo el planeta serían suficientes, además destruirían al planeta mucho antes.

La energía nuclear, por su parte, podría cerrar esa brecha, solo que hay un inconveniente: cualquier nación con potencial de producir energía nuclear también cuenta con las posibilidades de producir armas de destrucción masiva. Entonces ¿en qué países se puede confiar para usar esta tecnología?

Al final del día ¿estamos jugando con fuego?

Hay otro tipo de energía nuclear presente, basada en el funcionamiento vital del sol: la fusión nuclear. Mientras que en la fisión los átomos se dividen, en la fusión estos se unen liberando hasta 4 veces más energía y, lo mejor de todo, esta no genera desechos radiactivos. El problema es que, para 2020, esta tecnología es inalcanzable, pero se está trabajando más que nunca para poder conseguirla.

La energía nuclear es y seguirá siendo una de las mejores vías para lograr una transición energética limpia, acabando así con el uso de los combustibles fósiles. Hoy se están construyendo 53 nuevas centrales nucleares en todo el mundo.

Los opositores dicen: “¿No hemos aprendido nada? ¿Por qué seguimos jugando con fuego?” La respuesta es: porque tenemos que hacerlo, hoy más que nunca necesitamos de la energía nuclear.

Quien no conoce su historia está condenado a repetirla, debemos aprender del pasado, vivir en el presente y ver al futuro, corregir y mejorar todo lo aprendido de anteriores accidentes nucleares y tratar de perfeccionarla para así evitar la mayor parte del peligro que una central nuclear representa.

La energía nuclear podría ser la única opción para salvar a nuestra especie y al planeta Tierra. Hoy más que nunca, necesitamos científicos en las riendas de las naciones del planeta y no políticos desechables.

Lo que la humanidad decida en los próximos años decidirá su futuro, se nos acaba el tiempo: 2030 está a la vuelta de la esquina y al paso que vamos, posiblemente, ni siquiera lleguemos.

Por una sociedad informada sobre la importancia, peligros, el correcto y buen uso de la energía nuclear, hoy toca #JugarConFuego.


Ilustración: Isaías Aravena