LA DESIGUALDAD SOCIAL ENTRE MUJERES: LA BÚSQUEDA DE UN FEMINISMO POPULAR


Por: Laura Jessica Hernández Razzo


Hablar del feminismo como una corriente ideológica incluyente debe considerar que los movimientos sociales tienen su origen en núcleos donde existe una causa en común. Sin embargo, el tema de la representación de las mujeres dentro de un movimiento tan grande como el feminista presenta vacíos políticos, culturales y económicos en ciertos sectores. En el caso mexicano, con una pluralidad cultural inmensa, la desigualdad entre las mujeres continúa siendo una brecha social fundamental para conocer y reconocer que, aunque existe una causa general, el origen de la lucha y la búsqueda de resultados es distinta. Tal es el caso de la diferencia entre las mujeres rurales y las mujeres urbanas, sobre todo si hablamos de su papel en la familia mexicana.

El tema de la familia es un eje fundamental para comprender el papel de las mujeres —en este caso las mexicanas— dentro de la sociedad. Si bien en la actualidad se lleva a cabo un cambio social y cultural que puede abarcar todos los ámbitos posibles, en realidad muchas mujeres siguen sin tener acceso suficiente a lo político, a lo económico, a lo cultural o a lo social.

El estudio y el análisis de una estructura social tan grande como la familia en un país como México es fundamental para conocer el desarrollo humano y social de la vida diaria de las y los mexicanos. Puede estudiarse desde enfoques politológicos, económicos, sociales, culturales o alguna rama que derive de ellos. Sin embargo, el tema de investigación que compete a este análisis refiere a una visión, analizada con la perspectiva de género, desde el ámbito doméstico y cómo las mujeres por muchos años se han posicionado como un eje fundamental en la unidad familiar por razones de género.

La cultura del cuidado de las personas se basa en diversas tareas a cumplir dentro de la familia, en el ámbito doméstico, y la mayor parte del trabajo se lleva a cabo por la población femenina, fenómeno que no ha tenido variación a través de los años y de la transformación constante de la sociedad. La transformación de la posición de las mujeres con el paso del tiempo, ciertamente, ha tenido un freno. Esto se debe al modelo de esposa o ama de casa, que se ve reflejado en las familias urbanas y rurales, en conjunto con la dependencia económica respecto a un patriarca.

Como jefas del hogar, las mujeres se encuentran con una serie de obstáculos para obtener ingresos y, a su vez, continuar con el cuidado y responsabilidad de la familia, en especial de las y los hijos. El tiempo que se dedica a estas labores condiciona el acceso al mercado de trabajo, colocándolas en una situación vulnerable. La situación se agrava cuando se analiza y se crea una comparación entre mujeres en zonas rurales y zonas urbanas.

Para iniciar un debate sobre las diferencias entre la tipificación de zonas urbanas y rurales es necesario conocer el panorama demográfico y sus diferencias. Para el año 2018, aproximadamente 122,637,000 de personas habitaban en México, de las cuales 28,396,000 vivían en zonas rurales, mientras que 94,240,000 vivían en zonas urbanas. El CONEVAL y el INEGI estimaron que la población urbana presenta una situación de pobreza en el 39% de su población, mientras que en la población rural es de 58%.11

Al contrastar las cifras generales, se observa que existen más personas pobres en las áreas urbanas que en las rurales, ya que es en donde se concentra el mayor número de personas. Sin embargo, las localidades rurales son las más marginadas: mientras el 40% de la población residente de zonas urbanas se encuentra en la pobreza, en las localidades marginadas casi el 60% está en esta situación.

Las familias con jefatura femenina que residen en zonas rurales sufren una mayor vulnerabilidad económica y social que las jefaturas femeninas urbanas.2 Para ellas, a diferencia de las mujeres que se encuentran en zonas urbanizadas, el acceso a trabajos formales se convierte en un conflicto, ya sea por la ausencia de incentivos para laborar o por el menor acceso a información y/o apoyos en materia de emprendimiento. La siguiente gráfica muestra el nivel de acceso de las mujeres a trabajos formales según el área donde residen.

Condición de pobreza según su grado y localidad, medido en millones de personas (2017).

Es necesario puntualizar que las mujeres, como jefas de familia, suelen pertenecer a un grupo que necesita autonomía en una sociedad donde las decisiones siguen tomándose a través de los hombres. Empero, esta autonomía, inclusive, presenta desigualdades entre las propias mujeres, ya que se vuelve fundamental para todas, pero sobre todo para las que residen en el medio rural, hecho que se ha dejado de lado.

Las mujeres que se ubican en sectores urbanos tienen un mayor acceso a las herramientas y a las bases de esta autonomía que las mujeres que viven en zonas rurales, pues la asimetría de información, el acceso a servicios básicos, el acceso a personas que pueden apoyar a las mujeres en situaciones de pobreza o de violencia, el acceso a la educación, a lecturas, a grupos de apoyo, el alcance de la sensibilización, entre otras cosas, hacen que los grupos de mujeres urbanas puedan empoderarse, conseguir la autonomía anhelada, mientras, los grupos de mujeres rurales tienen una lucha distinta, que se trabaja día con día. Sobrevivir en un país con tanta desigualdad social y económica hace que las brechas proliferen y no existan grandes transformaciones sociales.

Los hombres en condición de pobreza sufren rezagos en el acceso a los apoyos sociales; sin embargo, existen mayores posibilidades de que las mujeres enfrenten más restricciones a consecuencia de su mayor pobreza e inmovilidad, condiciones originadas por los patrones culturales que caracterizan las relaciones de género en el interior de las familias. Para el caso del área rural, la producción agropecuaria y artesanal femenina en muchas ocasiones es comercializada por los compañeros de hogar u otros familiares, lo que supone otra práctica de intermediación que no siempre es favorable para las mujeres.

La pobreza es un fenómeno multidimensional que debe entenderse desde la desigualdad y la marginación. Como un efecto de la permanente desigualdad económica que existe en un sistema como el neoliberal capitalista, la marginación impacta en las personas en situación de vulnerabilidad económica, lo que lo convierte en un efecto social generacional. Vivir en una constante vulnerabilidad, ya sea por ingresos o derechos sociales, es una condición que afecta a todos y todas; sin embargo, por razones de género, suele afectar mayormente a las mujeres, discriminándolas y marginándolas en el acceso a políticas de bienestar social.

Lo que se busca demostrar en este ensayo es una parte de lo que las mujeres representan social, política, económica y culturalmente, así como la desigualdad persistente entre las propias mujeres y cómo las condiciones y posiciones en las que se encuentran sigue siendo un problema por resolver.

En los últimos años hemos observado que los cambios estructurales generados gracias al movimiento feminista y a la perspectiva de género han marcado un antes y un después en el desarrollo de las mujeres en la esfera pública, fuera de lo doméstico. Sin embargo, los cambios realizados se quedan en poblaciones y tiempo específicos, lo que genera una diferencia entre el propio movimiento de mujeres. Las luchas y las necesidades sociales se tipifican por sectores; mientras una mujer adulta joven residente en Ciudad de México lucha por el aborto legal, seguro y gratuito, una mujer adulta de Chiapas lucha por sobrevivir y cuidar de una familia.

Las condiciones socioculturales son distintas, pero eso no quiere decir que la lucha también lo sea. Es necesario trabajar en un movimiento incluyente y plural donde la ideología feminista pueda mezclar sus corrientes y apoyar un feminismo popular, donde todas las mujeres aportemos y nos apoyemos desde nuestras trincheras, sin dejar de lado que no sólo existe una lucha general, sino que cada día libramos disputas cotidianas de acuerdo con la coyuntura que nos ha tocado vivir.

Ilustración: MAYALEN 

Referencias:

1 INEGI, “Modelo Estadístico 2018 para la continuidad del MCS-ENIGH,

2 Enríquez Rosas, Rocío, “Voces de la pobreza: Malestar emocional femenino y redes sociales, un estudio comparativo sobre jefaturas de hogares pobres”, Avances, Cuadernos de investigación y análisis 5 (1999).

Bibliografía:


Castellanos, Rosa, et al. “Jefatura femenina de hogar y transformaciones en los modelos de género tradicionales en dos municipios de Guanajuato”. Revista de Estudios de Género, La ventana, no 22. (2005).

Alatorre, Javier et al. Las mujeres en la pobreza. (México: El Colegio de México, Centro de Estudios Sociológicos: Grupo Interdisciplinario sobre Mujeres, Trabajo y Pobreza, 1994).

Enríquez Rosas, Rocío. “Voces de la pobreza: Malestar emocional femenino y redes sociales, un estudio comparativo sobre jefaturas de hogares pobres”. Avances, Cuadernos de investigación y análisis, no 5. (1999)

Zaremberg, Gisela (Coord.), et al. Políticas sociales y género: La Institucionalización Tomo I. (México: FLACSO, 2007).

INEGI. “Modelo Estadístico 2018 para la continuidad del MCS-ENIGH”. ( Consultado el 15 de enero de 2021)

INEGI. Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2017. Indicadores de Género. (Consultado el 15 de enero de 2021).