SONORA, DONDE VASCONCELOS INICIÓ Y FINALIZÓ SU CAMPAÑA PRESIDENCIAL.


Por: Miguel Ángel Grijalva Dávila



“Sonora, donde termina la cultura y comienza la carne asada”, es una frase popular en la entidad, supuestamente (aunque no comprobado) acuñada por el oaxaqueño José Vasconcelos. Conlleva una connotación negativa, pero no faltan los sonorenses orgullosos de sus raíces, costumbres, tradiciones, gastronomía y, cultura en general, que la pronuncian alegres, precisamente mientras ponen sobre las brasas cortes de carne regional, platillo favorito por excelencia. En su trasfondo la frase alude a la pobreza cultural de la región, aunque en el siglo XXI muchos sonorenses la asumen con orgullo.

La idea de la frase no es nueva. En el siglo XIX, el estado de Sonora fue visitado por el liberal decimonónico Ignacio Ramírez, “El Nigromante”, quien en su descripción dijo “Pobre Golfo, sin mesa y sin lira”. En sus textos, el Nigromante señaló que en Sonora los hombres eran bien desarrollados y las mujeres hermosas, pero todo iba en decadencia por la frugalidad y la falta de poesía, la escasez de expresiones artísticas, la pobreza histórica e incluso la rudimentaria gastronomía.

Una idea parecida expresó Federico Gamboa1, quien -en agosto de 1914- desde la embajada de Guatemala vio desfilar a las tropas comandadas por Álvaro Obregón y escribió en su diario: “Es un desfile bárbaro al pie de la letra…. Bárbaro de verdad, indios cobrizos, los yaquis de Sonora a los que les sobran las ropas desgarradas y les faltan sus plumas… Y se sorprende uno de que no vengan lanzando alaridos y flechas…. ¡Es el salto atrás de un siglo, la embestida a la civilización, el oprobio y la desesperanza!”. La imagen del noroeste que tenía Gamboa era compartida por muchos en la capital mexicana, quienes veían en el noroeste a la salvaje chichimeca, la tierra de los apaches, el pobre golfo sin mesa y sin lira, donde termina la cultura y comienza la carne asada.

Diferente a Ramírez y Gamboa, el ateniense José Vasconcelos no dejó un escrito con el que podamos comprobar su autoría de la frase “Sonora, donde termina la cultura y comienza la carne asada”. También, es poco probable que Vasconcelos sintiera pavor (o al menos no tan exacerbado) ante las tropas sonorenses, pues él no era ajeno al movimiento revolucionario, como lo era Gamboa. A pesar de lo anterior, persiste la leyenda de que Vasconcelos acuñó la frase con la que iniciamos este texto. Fuera o no su autor, resulta más importante comprender por qué este destacado ateniense de la juventud, uno de los intelectuales más ilustrados de la Revolución Mexicana y conocido como “apóstol de la educación”, después encontró admiración en una sociedad pequeña, rural, rudimentaria y “atrasada” (según la definición de la época), como lo era Sonora.

Una respuesta corta, es que Vasconcelos reconoció el valor de los sonorenses a la hora cero, es decir, confirmó la valía de los sonorenses al momento de actuar por lo correcto, sin importar las consecuencias. Concretamente, admiró el comportamiento de los sonorenses durante la campaña de 1929. Pero una respuesta más amplia y analítica, es que Vasconcelos encontró en Sonora a una sociedad en la que hacían eco las ideas cívico-liberales de las que él era partidario.

Sonora fue una entidad de gran importancia para Vasconcelos, justo cuando alcanzó la cúspide de su carrera política: las elecciones de 1929. Para entonces, el oaxaqueño ya había construido su legado más importante, la Secretaría de Educación Pública. Con este proyecto de gran trascendencia, impulsó la difusión cultural en todo el país, creó escuelas rurales, editó libros y financió proyectos artísticos. Logró que los maestros llegaran a los rincones más olvidados del país, que se conocieran a nivel nacional e internacional, las obras artísticas de mexicanos como Diego Rivera (también ateniense), y que los mexicanos, además de aprender a leer y escribir, tuvieran acceso a títulos de literatura universal que hasta entonces no tenían traducción al español.

Además de su visión educativa y misiones culturales, Vasconcelos tenía una visión política: quería mantener al liberalismo como ideología imperante, a la democracia como medio de legitimación para el gobernante, y al municipio como la entidad de gobierno con más facultades para resolver los conflictos de sus habitantes. Su trabajo en la Secretaría de Educación Pública le dio el escenario para darse a conocer, el asesinato de Obregón le abrió la puerta para llenar el vacío que dejó aquel líder y la inconformidad con Plutarco Elías Calles le dio la posibilidad de triunfar en las urnas.

Desde el inicio de campaña, el grupo callista acusó a Vasconcelos de ser un intelectual y, por lo tanto, estar desconectado de las masas, la población general, los campesinos y obreros. Lo llamaron “El Maduro culto”, “candidato de los estudiantes”, “candidato de los intelectuales”, “candidato de los universitarios” y demás etiquetas que, aunque meritorias, podrían ser una desventaja en las votaciones de un país prominentemente rural.

Su decisión de iniciar su campaña en Sonora fue aventurada, arriesgada y retadora, pero también un rotundo éxito que presagió el devenir de sus esfuerzos por alcanzar la presidencia. Sonora no sólo era una entidad de gran influencia callista, era también una entidad sin universidad, no había universitarios, principal grupo de seguidores que se le atribuía a Vasconcelos, pero demostró que no era así. Inició su campaña en Nogales, donde fue recibido por Herminio Ahumada, padre de quien después contraería nupcias con una de las hijas de Vasconcelos. Además de dar a conocer un manifiesto político, Vasconcelos se reunió con distinguidos vecinos de Nogales, hombres de negocios, periodistas y trabajadores de la aduana.

Su siguiente parada fue Cananea, también en el borde fronterizo. Cuna de la clase obrera sonorense, ir a Cananea significó un reto mayor, pues se suponía que el movimiento obrero no tendría simpatías por el oaxaqueño. Ofreció un discurso en la plaza Huelga de 1906, fue recibido por un club político formado por ingenieros de la compañía minera, líderes obreros y pequeños comerciantes. Además, se reunió con un grupo de mujeres en el teatro al aire libre, donde se organizó un baile en su honor. Entre los personajes más destacados que lo apoyaron en la localidad, estaba Adrián Marcor, primo del ex presidente Adolfo de la Huerta (para entonces en el exilio). Diferente al caso de Nogales, los trabajadores del gobierno no se reunieron con él y se manifestaron en su contra.

Siguió Magdalena, un poco al sur, lugar donde inició el acoso del que fue víctima el resto de la campaña. Le prohibieron realizar mitin en la plaza pública, lo atacaron verbalmente los simpatizantes del callismo y se tuvo que retirar antes de lo planeado. Arribó a Hermosillo, ciudad conocida como “meda del callismo”. Lo recibió Israel González, destacado periodista de la localidad, crítico del callismo y quien pocos años después fue expulsado del estado por sus posturas políticas. Para su sorpresa, cuando llegó a la estación de trenes lo esperaban dos mil simpatizantes, entre ellos algunos empleados del municipio y obreros, ofreció dos mítines en teatros de la localidad, donde fue vitoreado con ánimos.

Realizó cuatro escalas más en el estado: Guaymas, Empalme, Cajeme y Navojoa, para finalmente incursionar a Sinaloa, en su camino a la capital mexicana. En general, el paso de Vasconcelos por Sonora fue un éxito, pues obtuvo apoyo de una amplia gama de elementos, algunos considerados adversos a su campaña: comerciantes, periodistas, obreros y lo que asombró más, trabajadores de gobierno.

Todos conocemos el final de aquel episodio: se declaró candidato vencedor a Pascual Ortiz Rubio, en lo que muchos consideran el primer gran fraude electoral de la posrevolución. Perseguido y acosado en la capital mexicana, uno de sus simpatizantes que lo recibió en Navojoa, Pedro Salazar Félix, se trasladó a la Ciudad de México para ofrecerle que se refugiara en Sonora, donde le garantizó protección, propuesta que aceptó. Años después, Vasconcelos escribió sobre Pedro Salazar y dijo: “alto, fornido, feo, simpático, franco de gesto, imperioso el ademán, desde que lo conocimos en Navojoa hasta que cayó peleando por una causa, Salazar Félix fue mi amigo, mi correligionario, mi brazo y el eco de mi pensamiento. Si en México hubiera conciencia cívica, Navojoa se llamaría Salazar Félix”.

Sonora fue la tierra que le dio refugio en los días más complicados de su carrera política. Llegó y se estableció en Guaymas, donde lo protegieron partidarios políticos, pero también simpatizantes intelectuales que encajaban con el perfil del Ateneo de la Juventud. Por ejemplo, Alfonso Iberri, periodista y poeta del puerto que le hizo compañía a Vasconcelos, lo mismo Herminio Ahumada hijo, quien también se destacó como escritor y campeón de atletismo.

En Sonora inició su campaña presidencial y, en el nuevo contexto del fraude electoral, pretendió hacer del Estado cuna de su revolución. Vasconcelos escribió el Plan de Guaymas, un manifiesto político y llamado a las armas que imitaba al de San Luis Potosí, publicado por Madero dos décadas antes. Al igual que Madero, el oaxaqueño dio a conocer su manifiesto y luego partió a Estados Unidos. Pero los mexicanos no atendieron su llamado, el Plan de Guaymas quedó enterrado en los anales de la historia como un plan revolucionario fallido, sin eco y apoyo.

Fue el punto más importante en la carrera política de Vasconcelos, nunca volvió a figurar como aspirante a la presidencia. Inició sus años de exilio, periodo que aprovechó para escribir muchas de sus obras. Y una vez más, su regreso a México fue a través de Sonora, cuando a finales de la década de 1930, el gobierno sonorense lo invitó a formar parte del proyecto fundacional de la Universidad de Sonora, a la que heredó su actual lema “El saber de mis hijos hará mi grandeza”.

Persiste el conocimiento de la frase “Sonora, donde termina la cultura y comienza la carne asada”, y que supuestamente fue acuñada por Vasconcelos, pero debería de ser igual de conocida la frase “Sonora, donde Vasconcelos inició y finalizó su campaña presidencial”.


Ilustración: OMAR HIDROGO

Referencias:

1 Gamboa fue intelectual del porfiriato, miembro de la misma generación de Justo Sierra, fundador del Ateneo de la Juventud. A Gamboa no se le identifica como miembro del ateneo, aunque sus textos fueron expuestos y analizados ante esta asociación cultural.